*Revista Electrónica De Investigación
Y Evaluación Educativa*
EVALUACIÓN DE CENTROS EDUCATIVOS
María José
Fernández Díaz
Dpto. de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación
Facultad de Educación
La calidad educativa es una de
las expresiones más
utilizadas actualmente en el ámbito
educativo, como el punto de referencia que justifica cualquier proceso de
cambio o programa de acción. En
este contexto la eficacia es uno de sus componentes, considerado de mayor
importancia y objeto de estudio desde hace unas décadas. Conseguir centros
eficaces es uno de los objetivos de la política
educativa de muchos países como
elemento esencial de calidad. En este marco la evaluación de centros representa un medio para un fin:
lograr centros eficaces y de calidad a través de un sistema que nos permita
controlar, valorar y tomar decisiones en un proceso continuo y sistemático que facilite un desarrollo progresivo en el
logro de los objetivos y de este modo avanzar y construir una educación de calidad, como meta final.
En los últimos años
venimos asistiendo a un proceso generalizado de evaluación, que trasciende el ámbito de
los aprendizajes, en muchos países y a
distintos niveles. Se produce un cambio fundamental, de tal forma que, aunque
los aprendizajes siguen ocupando un papel prioritario con nuevas alternativas y
avances producidos por las aportaciones metodológicas
vinculadas a la medida, se amplía el
campo de evaluación
abarcando sistemas, resultados, procesos, práctica
docente, profesorado, centros educativos, etc.
Por una parte, a nivel
macro-educativo la evaluación de los
sistemas educativos experimenta un notable desarrollo. Existen algunos países con una cierta tradición en evaluación de su
sistema, otros, con menor experiencia, van incorporándose a este proceso. Es el caso de nuestro país, donde la LOGSE (Ley Orgánica 1/1990, de 3 de Octubre, de Ordenación General del Sistema Educativo) establece que la
evaluación general del sistema educativo será realizada por el Instituto Nacional de Calidad y
Evaluación. Es a partir de la creación de este organismo cuando se inician los procesos
de evaluación de
nuestro sistema.
A nivel internacional, asistimos
igualmente a estudios internacionales de carácter
evaluativo llevados a cabo en la última
década por organizaciones tales como la International Association for the
Evaluation of Educational Achievement (IEA) o el International Assessment of
Educational Progress (IAEP). Se plantea la necesidad de abarcar realidades más amplias y realizar análisis comparativo de políticas y sistemas educativos en términos no
solamente teóricos.
En relación a la evaluación desde
una perspectiva más microscópica: centros, profesorado, procesos y práctica docente, es evidente que la literatura se ha
ocupado de estos temas desde muy diversas vertientes hace ya bastantes años. En nuestro país la
legislación educativa recoge esta demanda en su articulado y
plantea la evaluación como
una necesidad de control para la mejora permanente de los centros y de la
calidad educativa. Tanto la LOGSE como posteriormente la LOPEG (Ley Orgánica 9/1995, de 20 de Noviembre de la Participación, la Evaluación y el
Gobierno Docentes) se refieren a la evaluación bien de
centros, en general, o de profesorado, procesos y práctica docente, etc.
Distintos decretos y órdenes ministeriales desarrollan estas leyes,
dirigidas a arbitrar medidas para la implantación
generalizada de sistemas de evaluación. Así mismo, es el propio Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) quien presenta un proyecto de evaluación de centros (Plan EVA) que se aplica con carácter experimental en el curso 1991-92. En años sucesivos se ha ido extendiendo su aplicación a un número cada
vez mayor de centros. Recientemente, a finales de 1996, Luján y Puente han publicado un libro a través del MEC
en el que se expone el plan y se presentan las distintas aplicaciones con los
resultados correspondientes, obtenidos a lo largo de todos estos años desde que se inició la
primera aplicación.
Por su parte, la Administración a través de la Subdirección General de Educación ha
realizado una meta-evaluación de los
cinco años de aplicación del
Plan EVA, publicada a finales de 1996, con una valoración positiva del mismo, aunque mejorable en algunos
aspectos. Sin embargo, todavía es
escasa la repercusión en los
centros y su aplicación no se
ha generalizado, representando un modelo de evaluación externa, predominantemente sumativa, con escasa o
nula implicación de la
comunidad educativa del centro evaluado.
Por otra parte, son numerosas las
publicaciones que ofrecen modelos de evaluación y un
buen número de instrumentos de evaluación dirigidos específicamente
a cada uno de los niveles educativos. También existen algunas experiencias de
evaluación de centros con carácter excepcional
e incluso en algunos niveles educativos, como en el superior, se ha venido
evaluando al profesorado en algunas instituciones periódicamente. Sin embargo, la realidad nos muestra que
los procesos de evaluación de
centros no se han generalizado en nuestro país. Está fuera de toda duda las razones que la justifican y
tanto la literatura como la legislación abundan
sobradamente en ellas.
También existe una gran
diversidad de modelos, metodologías,
procedimientos, instrumentos y, en definitiva, recursos técnicos que permiten
realizar procesos de evaluación más o menos comprehensivos para el conocimiento,
control y mejora racional de los mismos. A pesar de ello, es obvio que no
resulta fácil ni exento de problemas, como podemos observar
de la experiencia de otros países, pero
es evidente que los estudios evaluativos van paulatinamente resolviendo
problemas técnicos con la investigación y
desarrollo de nuevas alternativas, a partir de las limitaciones y deficiencias
encontradas.
Consideramos, no obstante, la
necesidad de que estos procesos se universalicen, para lo cual es preciso
generar y extender una cultura evaluativa entre los miembros
de la comunidad educativa que enfatice por encima de todo el carácter formativo de la misma y contribuya a reducir la resistencia generalizada a
estos procesos. En este sentido, deberían
promoverse los procesos de autoevaluación de los
centros, en los que la comunidad educativa debe tener una clara implicación, de manera que las decisiones puedan ser comúnmente adoptadas y puedan tener un efecto positivo
para la mejora y el cambio en el propio centro y, a largo plazo, en la eficacia
del sistema educativo.
Es evidente que en este caso las
Administraciones deben jugar un papel primordial. Los primeros pasos están dados: la legislación
contempla y reitera la importancia de estos procesos de carácter obligado, pero se precisa avanzar hacia
adelante. La puesta en marcha de una Reforma tan compleja precisa ir
resolviendo continuamente los problemas inmediatos que se generan, con el
consiguiente peligro de que se puedan dejar aparcadas algunas de sus exigencias
legales o renunciar a alguno de los objetivos previstos. El éxito de la Reforma
dependerá, en gran parte, de la introducción y generalización de
estos procesos de evaluación como un
componente fundamental de la misma que puede permitir la mejora permanente de
los centros en un sistema de funcionamiento dinámico de
sus estructuras.
En este contexto, los artículos que se incluyen en este número abordan la evaluación de centros desde distintas perspectivas. Por una
parte se presenta un primer artículo de Tomás
Escudero Escorza, donde nos ofrece un análisis de
los enfoques modélicos de uso más
habitual en la práctica de
la evaluación de
centros, clasificados en las perspectivas de resultados escolares, procesos
internos y realidad estructural y funcional de los centros, mejora
institucional, y meta-evaluación de los
modelos utilizados por los sistemas educativos. En una vertiente práctica, el autor dedica la última parte de su trabajo a presentar estrategias y
apoyos metodológicos que
pueden facilitar la tarea del evaluador.
Con carácter
aplicado en el segundo artículo se presenta un trabajo realizado por un
equipo de profesores del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en
Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Se parte
de las distintas concepciones de calidad utilizadas en la literatura para
proponer un modelo que define la calidad como un conjunto de relaciones de
coherencia entre los componentes de un modelo sistémico (contexto, input,
proceso, producto y objetivos del sistema). Esta conceptualización puede ser aplicada a cualquier nivel educativo,
aunque se hace referencia expresa a la Universidad. En la segunda parte del
trabajo se presenta un proyecto de evaluación de la
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid, basada en el modelo
de calidad propuesto.
El último artículo, de Mª José Fernández Díaz y
Arturo González Galán, analiza el desarrollo experimentado por los
estudios de eficacia escolar, concepto estrechamente vinculado al de calidad y
evaluación de centros, hasta llegar a la situación actual. Son objeto de análisis: la nueva aproximación al concepto de eficacia como "valor añadido", la importancia de la teoría en el contexto de la investigación sobre el tema, los avances producidos en la
medición de las variables implicadas en los estudios
mencionados, las técnicas de análisis más utilizadas actualmente en la investigación sobre eficacia y evaluación de los programas de mejora, y los procesos de
reforma institucional basados en la investigación sobre
eficacia. Se apuntan algunas líneas que
posiblemente definirán este
tipo de estudios en un futuro próximo, a
la luz del análisis de
la realidad actual.
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